Soy
una reidora profesional. Sí, es a lo que
me dedico. Soy de esas personas que van
a los programas de televisión y a las que les van mostrando carteles que dicen:
“Aplausos” “Risas exageradas”, etcétera.
Al
principio pensé que podía ser divertido el hecho de que me pagasen por
reír. Pocos pueden decir que ríen en sus
trabajos. Sin embargo, no me llevó mucho
tiempo darme cuenta de que lo que emanaba de mi no eran carcajadas naturales,
sino más bien gritos cortos con sonrisas falsas. Al quinto cartel de “Risas” lo que menos
querés hacer en tu vida es reír. No me
parece gracioso lo que pasa en el programa, pero me veo forzada a fingir que es
muy entretenido. A veces miro a mis
compañeros. ¿Qué nos llevó a hacer
esto? ¿Cómo es que pensamos que este
trabajo podía ser divertido?
Me
da tristeza pensar que la risa en nosotros se ha desvirtuado, ha sido rebajada
a ser usada como un trabajo. Algo que
debería ser tan natural… Ya no podemos
reír ante un chiste como antes, preferimos volcarnos a otras formas de expresar
emociones. El llanto se ha vuelto una
forma nueva de reírnos, porque nadie ha prostituido nuestras lágrimas.