Después de meses de inacción, finalmente persiguen a alguien interesante o, básicamente, lo novedoso es que persiguen a alguien. La alarma del auto se enciende con su azul eléctrico y el acelerador pasa de modo avión a modo velocidad. A Santiago, el tuerto, le hierven las venas. No puede parar de dar pequeños brincos en su asiento como un niño que ve un juguete nuevo, más que nada el batimóvil lujoso.
Santiago es Robin, pero con facturas en una mano y el tetra de Termidor en la otra. A escondidas, claro está, chupa y chupa cada media hora.
Hace unos días el Termidor surtía efecto, ahora fluye en su sangre como agua. La tristeza de la inactividad ha ocasionado dos consecuencias en él: ha aumentado quince kilos en dos meses y se ha hecho un borrachín de los que mean por la calle y no pueden coordinar las palabras. Por eso Gabriel, que de arcángel tiene poco y es el Batman de la relación, es el piloto de ese avión, el capitán de ese barco, el extraterrestre que maneja la nave.
Gabriel, con el pelo con gel en el año 2017 y una pinta de Gardel congelado a lo Walt Disney, pone música de Rammstein. Inmediatamente Robin y Batman, o Santiago y Gabriel, comienzan a sacudir la cabeza hacia arriba y hacia abajo y hacia adelante. “Y el meneaito, y el meneaito, y el meneaito, meneaito, meneaito, meneaito, menea ahí, ¿a dónde?, ahí, ¿a dónde?, ahí, ahí, ahí, ahí” se infiltra la canción. Gabriel y Santiago se miran y estallan en una risa. Santiago sigue riendo unos minutos más, Gabriel súbitamente detiene sus carcajadas.
- Me la baja este tema- expresa con la cara seria. Santiago, que nunca ha salido al ruedo con él porque no ha habido oportunidades, se sorprende ante el cambio repentino de humor.
- ¿Qué te gustaría escuchar?- pregunta temeroso.
- Lali Espósito. Poneme “Histeria”.
Santiago no sabe cómo enfrentársele.
- Apa-la-papa.
- Poneme Lali. “Es tu histeria, todo gira en torno a tu histeria”- canta y suelta el volante. Mueve en círculos sus manos delante de su cuerpo. Santiago lo sostiene lo más derecho que puede, con la otra mano en el Termidor.
Gabriel mira directo al cielo, parado solo en la calle. Al fin su nombre cambiará de ser “Gabriel González” a “policía González”. Aunque la placa la tiene hace tiempo, hoy es su primer caso. Y llovizna, con qué intensidad inicia la lluvia. Y Gabriel ríe y poco a poco se desnuda.
Primero el pesado y ridículo chaleco antibalas, lo coloca con cuidado en el piso. Luego su camisa, le arranca los botones, después los pantalones: liberador. Los dos grados de temperatura son para él brisa fresca. Comienza a hacer lagartijas. Todo se vuelve negro.
Santiago está con la cabeza gacha. Abre con las manos el tetra de vino, comenzando por el agujero que ha hecho para usar como pico. Mira el fondo del envase. Pasa el dedo por los bordes. Se lo lame con el poco vino que absorbe la huella dactilar.
Batman está más que serio: caracúlico. Santiago se siente incómodo. Le alcanza una factura.
- Te dije que cuando estoy manejando no como ni escucho música. De hecho, no tengo más ganas de manejar- Suelta el volante y suelta todos los pedales. El coche se ahoga- Quiero dormir- dice y se recuesta en el auto. Apoya sus manos sobre el respaldo y se posiciona con el cuerpo mirando a Robin.
- La puta que me parió- larga Santiago.
Gabriel duerme como un bebé. Increíble. Santiago agarra el celular. Mira la hora. Dos y cuarto de la tarde. El chorro se les escapa.
Llaman al auto por el Walkie Talkie. San Robin se agarra la cabeza. Insisten.
- Unidad 843, ¿me escuchan?- Santiago no contesta. Se hace el despistado- Tuerto, soltá el vino. ¿Te creés que no sé que te chupás hasta el agua del florero?- Santiago observa el envase. Saca la cabeza por la ventanilla. Mira al cielo.
- Che, loco, vos sí que ves todo- dice creyendo que Dios le habla. Siente una mano que lo agarra del hombro. Es Batman. Mete la cabeza y nota que su compañero está a metros de su rostro, con los ojos como dos huevos duros.
- Ya estoy bien. Me siento super descansado. ¡Qué silencio que hay! ¿Y la música? La música es linda. ¿Te gusta a vos la música? ¡Ponete algo!- insiste Gabatman- Robin asiente con la cabeza y toca play. Lali Espósito con “Histeria”- No la banco a esta piba. Sacame esto. Poneme el meneaito que me la re sube- Santiago abre grandes los ojos, desconcertado.
“Santiago, ¿por qué me has abandonado?” pregunta Gabriel a la nada, aún en calzoncillos en una calle desolada. “Y yo que te iba a convidar mis caramelos, de esos de los caros rellenos con dulce de leche y bañados en chocolate, que se te pegan al paladar”.
- Manga de salames, ¿pueden contestar? O éste, además de ser su primer caso, va a ser el único- Gabriel arranca con todo el auto.
- Me encanta pistear. Vos atendé el llamado.
Santiago agarra el Walkie Talkie.
- Sí, acá, jefe.
- Al fin, ¡querido! ¿Viste que no costaba tanto contestar?
- Sí, pasa que tuvimos algunos problemas.
- ¿Qué problemas? ¿Con el chorro?- pregunta el jefe. San Robin mira a Batman que no para de bailar con el meneaito y sube el volumen al mango.
- No, jefe, ya los solucionamos.
- ¿Y esa música? Esto no es un boliche. ¿Ya agarraron al tipo?
- Todavía no, pero en eso estamos.
- Métanle. Acuérdense calle 41 y la 90.
San Robin aparece por la esquina de la 90. Mira para todos lados, se siente perseguido. Corre hacia Gabatman que ahora baila en ronda, simulando al baile griego en “Zorba al griego”.
Lo agarra del brazo y le dice en voz baja:
- Tengo al sospechoso. Vestite de una vez que esto es un papelón. Está la señora en el balcón filmándote. Vas a aparecer en Youtube y en la Tele’ tuve.
Santiago se agacha, recoge la ropa del suelo y el chaleco antibalas y le coloca la camisa, grosso modo, rápidamente. Los pantalones se los da en la mano para que el no arcángel Gabriel se vista. Se da vuelta. Batman, con lentitud, coloca una pierna dentro del pantalón. Luego la otra. Le agarra el bajón. Empieza a llorar. Santiago se agarra la cabeza. Todo lo que está viviendo es un delirio. Y lo más incoherente de todo es que él no está borracho y es el responsable de la pareja. Le pone el chaleco antibalas porque lo lenteja que está su compañero lo desespera. Lo toma de la mano y corren por la 41 hasta la 88. Gabriel bambolea la mano de adelante hacia atrás, como un niño que juega con su cuerpo. Lo disfruta. El ladrón viene hacia ellos por la 88. No los ve, porque se escapa y no deja de mirar hacia atrás. Gabriel le suelta la mano a San Robin, frena bastante lejos y desenfunda el arma. Le apunta.
- Arriba las manos o te hago boleta- Santiago está paralizado a unos metros, entre ambos. El ladrón, desafiante, dirige su mano a la pistola. Santiago se corre de la escena y se refugia detrás de un árbol. Está aterrorizado. Gabriel destraba el gatillo y grita- Te dije que arriba las manos o no la contás.
El ladrón intenta agarrar su pistola. Gabatman, en un giro repentino, se apunta a la sien y se dispara. Robin llora por su Batman, escondido detrás del árbol.