martes, 24 de enero de 2017

Los círculos viciosos (Dialelo)

Si nada se pierde
(y todo se transforma)
lo que ya escribí
lo volveré a escribir.
Y entonces (a lo sumo con palabras nuevas)
diré siempre lo mismo.
Por ende, el mundo que analizo
será el mismo que ya observé
y en el fondo los cambios serán solo en apariencia. 

viernes, 20 de enero de 2017

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Habíamos arreglado para encontrarnos a las 11 de la noche en el boliche.  Yo prefería que nos encontrásemos en un bar cualquiera o en una plaza para poder charlar mejor, sin tanto ruido.  Vos me dijiste que querías que nos juntásemos allí porque estábamos más seguros.  Porque en cualquier bar o plaza hubo veces que te molestaron en el pasado.  Yo te dije: ¿En el 2016 siguen pasando cosas así? Y vos me afirmaste que sí. 
Yo recién empezaba a  plantearme las cosas.  Te digo la verdad: desde chiquito que tuve todas las señales y nunca les di bola.  Me sentía diferente, pero ya se me iba a pasar o por lo menos, todos decían eso.  Me llevó bastante tiempo darme cuenta de que a lo mejor mi diferencia era lo que me hacía libre. 
Cuando me agregaste a Facebook, pensé: “Este chico es un ensueño”  Pero tendrías que ser otra persona para ver lo hermoso que sos.  Porque desde adentro del cuerpo no es lo mismo, todo se ve distorsionado.  Al instante me aseguré de que debías ser muy popular entre las mujeres.  De hecho lo eras, pero no en el modo en que yo pensaba.  Todas soñaban con estar con vos, pero vos no querías a ninguna.  Tu Facebook era confuso.  Muchas fotos con chicas, de noches alocadas y por el otro lado, estados intelectualoides que hablaban de filosofía.  Me desconcertabas. 
Un día me empezaste a hablar.  Así, de la nada.  Yo era feliz con tenerte como contacto, no necesitaba nada más.  No requería de una explicación de por qué me habías agregado si nunca en nuestras vidas nos habíamos visto. 
Hacía un tiempo que por trabajo vivía en Estados Unidos y un chico latino que me hablase allá era un encanto.  Me sentía más comprendido.  Con el desatinado de Donald Trump como candidato, saber de alguien que disentía tanto sobre sus dichos como yo, me reconfortaba. 
A lo mejor me agregaste de una página de Facebook de latinos en Estados Unidos.  Yo había comentado algo y quizás me viste y te atraje.  No sé, creo que estoy desvariando por el impacto de la noticia…
La primera palabra que me dijiste fue: Hola.  Te juro que cuando la leí, acompañada de tu foto al costado, fue como si me hubieses develado el sentido de la existencia humana. 
Los primeros días de charla te tanteé.  No me podía arriesgar a que tuviésemos intereses distintos o por lo menos, no en cuanto a eso.  Si no te ibas a sentir muy incómodo y yo te podía comprender.  Minuto a minuto nos conocíamos más y yo empezaba a entender que todas esas fotos con chicas, eran porque eran tus amigas. 
A lo mejor caí en el prejuicio de pensarte que eras más alocado de lo que parecías.  Como yo soy muy tranquilo, pensé que a lo mejor vos debías ser el centro de atención.  Pero me equivoqué.
A la semana de estar hablándonos decidimos pactar una cita.  Vos me sugeriste el boliche porque ahí te sentías seguro y comprendido.  Yo nunca había ido a un lugar así, por eso estaba un poco intranquilo pero quería conocerte sin importar dónde fuese. 
A las 11 en punto estaba en la puerta esperándote.  En ese momento se me ocurrió que a lo mejor podías ser alguna chica hétero que había puesto la foto de un chico porque quería conquistarme y sabía que me gustaban los hombres, pero me dije a mí mismo: No, Pedro, estamos en el 2016.  La gente puede hablar sobre su sexualidad libremente y ser respetada. 
Me habías avisado que eras algo impuntual.  Nunca pensé que tardarías más de 2 horas en llegar.  No contestabas el celular y me impacienté.  Creí que me habías dejado plantado.  Con el corazón roto por tanta expectativa, me fui a mi hogar.  Decidí apagar el celular.  Me iba a volver loco sino mirándolo cada cinco segundos a ver si me habías respondido.  Mi compañera de departamento estaba despierta aún cuando llegué.  Se dio cuenta al instante; ¡cómo me conoce esa mujer!  Charlamos durante horas y cuando logré calmarme, me fui a dormir. 
Dormí como un tronco, unas 12 horas.  Caí planchado.  Miré el celular para ver si había obtenido alguna respuesta.  ¡Fernando, me habías contestado!  Lo agarré desesperado.  Parecía un adolescente hormonal.  “No te dejé plantado.  ¿Estás loco?  El auto se me quedó y tuve que ir a arreglarlo.  ¿Podés creerlo?  Quiero conocerte.  Tanto que ahora que está solucionado el problema, voy para allá.  Esperame, no te vayas.  Ya estoy en camino.”
Sonrisa de par en par.  Qué importaba que no te hubiese visto el día anterior, ese mensaje era un regalo.  Querías conocerme.  Si no había sido ayer, podía ser hoy o el resto de la vida…
Salvo cuando salí de mi habitación.  Mi compañera de departamento estaba mirando las noticias y comiendo cereales con leche.  Me miró a los ojos, sin saber qué decirme.  En la televisión mostraban que en el boliche gay al que habíamos ido ayer, un tipo, un desgraciado había realizado una balacera.  Cincuenta y tantos muertos.  En ese momento deseé que de camino al boliche se te hubiese roto el auto de nuevo, o hubieses pinchado una goma.  Que nunca hubieses llegado.  Creo que prefería que te hubieras muerto por otra causa…  Corrí a mi habitación y tomé mi celular.  Tu última conexión era del día anterior a la 1:58 de la mañana.  Entré en tu Facebook. 
Tu muro estaba lleno de mensajes de tus amigos y yo, de confusiones…
 
Inspirado en la Masacre en Orlando ocurrida el 12/06/2016