lunes, 13 de marzo de 2017

La jungla de cemento

[Y que las luces de la ciudad
no nos enceguezcan tanto
como cuando miramos fijo al sol]


No puedo no escribirle un poema
a la jungla de cemento
en la que todos nos sumergimos
al menos una vez en la vida.
Hablo de toda gran ciudad
con ventanas de plástico
y miradas de goma de borrar;
con sabores a contaminación química.
Nos sometemos como masoquistas
a la locura de colectivos que no avanzan
y trajes que son solo disfraces
que nos hacen parecer profesionales
que enterraron a su niño interior.
Y jugamos al juego menos creativo
de impostar ser uno más
cuando nacimos para ser uno distinto
para no morir en el código de barra de la burocracia.
Caminamos sin realmente mirar,
sentimos con el corazón hecho cartón
masificado en series de Netflix
y nos dormimos sobre un aparato que nos mata las palabras.
Al amor lo compramos mirando el catálogo de Tinder,
sin realmente conectar con el otro,
sin despojarnos del consumo para la interacción.
Pero tranquilos,
se puede salir de la jungla.
Y está bien si optan de vez en cuando plastificarse,
acartonarse,
catalogarse,
etiquetarse.
Mientras no se pierdan en ese mundo descartable...

 
P.H: Eileen Stalherm