jueves, 26 de noviembre de 2015

Reencuentro

A Cristian le gusta sentarse todos los domingos a las tres de la tarde en un restaurante frente al Río de Olivos.  Siempre pide una bandeja grande de rabas, con limón, por favor y una gaseosa dietética para ser “más sano”.  Se sienta en la mesa número tres (Sí, las cuenta)  mirando hacia el río, en el asiento pegado a la ventana.  Nunca cambia el pedido, ni cambia de restaurante, horario o día.  Se puede decir que Cristian es un tanto “obse”.
Pero hoy es el día de la madre y todos los restaurantes frente al río están saturados de gente, así que Cristian no puede disfrutar de su salida solitaria de domingo.  ¡¿Cómo no se la vio venir?!
Bueno, ya se tomó el bondi hasta ahí.  Por lo menos, una caminata, aunque no va a ser lo mismo, lo va a hacer aprovechar el tiempo.  Comienza a bordear el río.  Se queda mirándolo.  Está calmo.  El latido de su corazón se acompasa con el oleaje.  Hace mucho calor, pero cada tanto se siente un vientito en la cara que refresca. 
Realiza un tedioso recorrido observando al río (A él le parece divertido, pero a nosotros no nos interesa mucho cuántos pájaros contó, o a cuántas mariposas encerró en su jarrito.  Porque además de ser un tanto “obse”, está un poco loquito)
Se sienta en la estación de trenes y hace que espera.  Siempre espera.  Lo ve pasar.  Cuatro veces en total en una hora y cinco minutos.  Un embole.  Cristian se aburre de sí mismo (Cómo no hacerlo) 
Bla bla bla, cruza las vías del tren y camina por la calle paralela a las vías.  Casa.  Casa.  Casa.  Abandonada.  Caserón.  Uuhh.
Ahora sí.  Casa muy abandonada.  Una puerta de acceso lateral a lo que es una gran mata de cañas de bambú, una al lado de la otra, bloqueando el acceso. 
Y… Ya fue.  Perdido por perdido, este domingo es un embole.  Abre la puerta (Bueno, más que abrirla, en el momento en que la mueve, la chapa oxidada cae al suelo.  ¡Qué seguridad, eh! Pone un pie dentro de ese terreno inhóspito.  ¿A dónde se está metiendo?  Otro pie.  Las cañas le comprimen las  piernas, las bloquean.  Él con fuerza arrastra los pies y logra pasar por esa maraña.  Parece que va a ser un trabajo arduo.  Las cañas le golpean las piernas.  No importa.  Lo que Cristian quiere saber es qué hay dentro.  ¿Hay una casa?  ¿Es un terreno completamente abandonado?  Pisa algo embarrado.  Todavía está un poco caliente lo que sea que haya pisado, así que decide no bajar la vista y seguir atravesando las cañas.  Las piernas le duelen, la visión se le nubla, se siente atosigado por tanta superposición.  Ya no ve luz.  Siente un pinchazo en la nuca y se desmaya. 

No.  No.  Y no.  A ver, te la dejé pasar un poco, pero ¿qué es eso de decir que soy un “obse”?  ¿Solo por sentarme siempre en el mismo lugar y pedir lo mismo?  Disculpame por tener en claro lo que me gusta.  Y yo no soy tan solitario como vos me pintás.  Yo soy un tipo sociable, que todos los fines de semana tiene algo para hacer.  Que me tome los domingos como un día para mí, no significa que no tenga con quién carajo pasarlos. 
¿Y qué es eso de establecer un paralelismo implícito entre el hecho de que yo quiero saber qué hay dentro de ese terreno con que supuestamente quiero saber qué hay dentro mío también?  Porque te intuyo el pensamiento, eh.  ¡Así que dejá de psicoanalizarme!

Cristian se levanta del suelo.  Todavía le duele la nuca.  Está atrapado entre esas cañas.  De milagro no se le clavó alguna en el cuerpo tras desmayarse.  Se toca el cuello y tiene sangre.  Su respiración se agita  Mira hacia todos lados.  Ese lugar ya no le intriga, no le da curiosidad, le da miedo, quiere salir de ahí.  No sabe cuánto tiempo lleva desmayado, pero sí sabe que estuvo una hora aproximadamente intentando inútilmente atravesar las cañas.  El terreno es más grande de lo que parecía y más intrincado aún.  Mira hacia el cielo.  Lo poco que puede ver desde su fragmento es que se está por hacer de noche y él sigue atrapado allí. 
Comienza a correr.  A Cristian le parece que esto ya no es divertido: es asfixiante y peligroso.  Las cañas lo lastiman cada vez más.

Ahora yo digo, no.  ¿Si sabés lo que me está pasando por qué no me ayudás?  ¿Vos estás cerca de mí?  ¿Vos me seguís cada vez que voy al río?  ¿Vos sos quien me golpeó en la nuca? 
Y si no lo sos, ¿por qué si ves todo esto no me das una mano?  Es de noche y estoy encerrado en este mundo de cañas.  No puedo salir de la casa.  Chorrea la sangre de mi cuello… 

¿Quién sos vos?

martes, 24 de noviembre de 2015

Es sólo una cuestión de preguntas

La pregunta es cuándo y no dónde.
A veces es más importante hacerse buenas preguntas,
en vez de buscar respuestas perfectas.
El reloj se acelera y ralentiza,
es tan paradójico cómo las agujas se congelan,
se endurecen,
se paralizan.
Y también se enfurecen,
el fuego las aviva,
la energía intrínseca de la pasión,
la buena compañía hace que el tiempo vuele.
La pregunta es cuándo las horas pasan tan lento
y cuándo las agujas frenéticas se disparan.

Cuándo y no dónde se es feliz. 

sábado, 1 de agosto de 2015

Espejos

El niño y el espejo. ¿Quién está en la habitación con él? ¿Y por qué cada vez que voltea, desaparece? Ese rostro no es el suyo, ni el de alguien que conozca. ¿Es una amenaza o un nuevo amigo? El gato se acerca. Se mira al espejo y no se reconoce a sí mismo ni tampoco al nene. 

El niño prefiere tapar el espejo con una manta.

sábado, 7 de marzo de 2015

De inspiración y otros versos

El boceto de lo visto,
de lo recorrido,
de lo aventurado,
de lo inesperado.
El boceto que es la vida,
boceto de otros bocetos,
quizás boceto de otras vidas,
pasadas y futuras.


El boceto de lo que espera.