A veces no sabés por qué el río fluye
o nace una flor en una enredadera
o hay olor a quemado,
sin que nadie haya encendido una fogata.
O un perfume te impacta en la nariz
o una piedra se parte en dos.
A veces desconocés por qué escribís en un papel
pero las palabras en lápiz desaparecen
o suena una melodía que te lleva a tu infancia,
que te borra los límites del tiempo.
A veces no entendés por qué,
si somos seres de amor,
hay tantas guerras en el mundo
o miedo a sentir algo que te saque de tu eje.
Y por qué,
si vas derecho por un camino,
de pronto terminás en un bosque
en plena madrugada.
A veces no sabés por qué
el sol te quema la piel un poco de más
y en vez de negro, tenés rojo
y te duele.
A veces desconocés por qué,
si hiciste todas las cuentas matemáticas,
dos más dos no da cuatro
y revoleás la calculadora,
que impacta contra la pared.
Yo te digo por qué no entendés:
azar.
Es el azar, que algunos llaman destino,
golpeando a tu puerta
y demandándote cambiar,
virar el barco.
Es el azar, saltándote en la espalda,
para que mires donde no veías,
y entiendas que todos los días
el río fluye distinto
y nace una flor silvestre en una enredadera seca,
y hay olor a quemado
sin que nadie haya encendido una fogata,
un perfume te dibuja una sonrisa
y una piedra (tu corazón) se ablanda.
Las palabras se borran
para dar lugar a otras nuevas
y la melodía que te lleva a tu infancia
te recuerda aquella pasión guardada en un cajón
y que somos seres de amor,
aunque te concentraste en todas las guerras
porque tenías miedo de perder tu eje.
Y el camino se desvía
porque hay algo mejor esperándote.
Y el rojo a causa del sol
te cambiará la piel como los camaleones.
Y las cuentas matemáticas no dan el resultado
porque te estabas olvidando de sumarte a vos.
Foto tomada por mí el 29/01/2018 |