martes, 30 de enero de 2018

A Z A R

A veces no sabés por qué el río fluye
o nace una flor en una enredadera
o hay olor a quemado,
sin que nadie haya encendido una fogata.
O un perfume te impacta en la nariz
o una piedra se parte en dos.
A veces desconocés por qué escribís en un papel
pero las palabras en lápiz desaparecen
o suena una melodía que te lleva a tu infancia,
que te borra los límites del tiempo.
A veces no entendés por qué,
si somos seres de amor,
hay tantas guerras en el mundo
o miedo a sentir algo que te saque de tu eje.
Y por qué,
si vas derecho por un camino,
de pronto terminás en un bosque
en plena madrugada.
A veces no sabés por qué
el sol te quema la piel un poco de más
y en vez de negro, tenés rojo
y te duele.  
A veces desconocés por qué,
si hiciste todas las cuentas matemáticas,
dos más dos no da cuatro
y revoleás la calculadora,
que impacta contra la pared.  
Yo te digo por qué no entendés:
azar.  
Es el azar, que algunos llaman destino,
golpeando a tu puerta
y demandándote cambiar,
virar el barco.
Es el azar, saltándote en la espalda,
para que mires donde no veías,
y entiendas que todos los días
el río fluye distinto
y nace una flor silvestre en una enredadera seca,  
y hay olor a quemado
sin que nadie haya encendido una fogata,
un perfume te dibuja una sonrisa
y una piedra (tu corazón) se ablanda.  
Las palabras se borran
para dar lugar a otras nuevas
y la melodía que te lleva a tu infancia
te recuerda aquella pasión guardada en un cajón
y que somos seres de amor,
aunque te concentraste en todas las guerras
porque tenías miedo de perder tu eje.
Y el camino se desvía
porque hay algo mejor esperándote.
Y el rojo a causa del sol
te cambiará la piel como los camaleones.
Y las cuentas matemáticas no dan el resultado

porque te estabas olvidando de sumarte a vos.

Foto tomada por mí el 29/01/2018

martes, 16 de enero de 2018

El lenguaje de los cuerpos

Dicen que cuando dos personas se gustan, sus cuerpos se dirigen el uno hacia el otro, mostrando así interés.
Será un mate con sabor a inicio, el que da paso a que Mateo comience esta conversación profunda con Elisa.  Lo cierto es que apenas llegó ella a la playa, Mateo dejó de jugar a la pelota con sus amigos instantáneamente y estos se marcharon.  Elisa arribó con su capelina infartante y su malla enteriza que libraba a la imaginación el recorrido de sus curvas al desnudo.  No importa de dónde viene ella ni cómo se acercó a él.  Lo realmente vital es que están aquí y ahora, gesticulando.  Recostándose en la arena, probablemente encontrando temas en común.  Mateo no puede dejar de mirarla.  Se pierde entre las flores blancas de su malla negra.  Ella lo invita a ir al mar.  Tienen arena en sus codos, sobre los que estuvieron apoyados.  Él la sigue.  Se sumergen en las profundidades del agua con total frescura.  Mateo quiere dar el paso.  No sabe cómo.  Vuelven a la arena.  La hermana de Elisa los viene a buscar para decirles que ella debe volver pronto, que la espera bajo la sombrilla amarilla.   El tiempo.  Ese enemigo del humano.  Ese asesino del amor. 
Tal vez debería regalarles este escrito, este registro de que un día fue dieciséis de enero de dos mil dieciocho y alguien capturó cómo se devoraban con la mirada.  Quizás en unos años ni siquiera se recuerden, quizás se hayan enamorado y fundido como una cadena en este día de sol incendiado y mar revoltoso o tal vez ya no toleren ni siquiera mirar sus perfiles en las redes sociales, a causa de un vínculo que no funcionó.
Pero hoy están, delante mío, muriéndose de ganas de quererse.

Foto tomada por mí el día 16/01/2018.


miércoles, 10 de enero de 2018

Las comas en el cielo

(Así las nombró mi padre)

Me gusta más la idea de coma,
que la de punto.
Será tal vez porque pienso
que las personas no somos seres acabados
sino más bien,
una serie de estrellas en el infinito.
Un hoy artista,
mañana científica
pasado amante.
Un hoy hija,
amiga, mujer, hermana,
nieta, alumna,
persona.
Somos comas
porque nunca terminamos de conocernos
ni de conocer al otro.
Somos comas
¿y qué importa si el ayer vuelve mañana?
Nosotros ya no somos los mismos del principio.
Entropía y retroalimentación:
dos conceptos que me gustan.
Las comas no se cierran en sí mismas
(están a la expectativa de palabras)
buscan cuidadosamente y a la vez con desenfado
una sucesión de adjetivos,
de sustantivos,
de descripciones.
¿Y nosotros qué somos?
Una cadena de miradas,
de besos gritados en la boca
o ahogados en el agua.
De manos que sostienen el a veces peso del mundo.
El cielo está hecho de comas,
la vida también.
Para el punto final queda mucho tiempo.

Foto sacada por mí el 10/01/2018