A Cristian le gusta sentarse todos los
domingos a las tres de la tarde en un restaurante frente al Río de Olivos. Siempre pide una bandeja grande de rabas, con
limón, por favor y una gaseosa dietética para ser “más sano”. Se sienta en la mesa número tres (Sí, las
cuenta) mirando hacia el río, en el
asiento pegado a la ventana. Nunca
cambia el pedido, ni cambia de restaurante, horario o día. Se puede decir que Cristian es un tanto
“obse”.
Pero hoy es el día de la madre y todos los
restaurantes frente al río están saturados de gente, así que Cristian no puede
disfrutar de su salida solitaria de domingo.
¡¿Cómo no se la vio venir?!
Bueno, ya se tomó el bondi hasta ahí. Por lo menos, una caminata, aunque no va a
ser lo mismo, lo va a hacer aprovechar el tiempo. Comienza a bordear el río. Se queda mirándolo. Está calmo.
El latido de su corazón se acompasa con el oleaje. Hace mucho calor, pero cada tanto se siente
un vientito en la cara que refresca.
Realiza un tedioso recorrido observando al
río (A él le parece divertido, pero a nosotros no nos interesa mucho cuántos
pájaros contó, o a cuántas mariposas encerró en su jarrito. Porque además de ser un tanto “obse”, está un
poco loquito)
Se sienta en la estación de trenes y hace
que espera. Siempre espera. Lo ve pasar.
Cuatro veces en total en una hora y cinco minutos. Un embole.
Cristian se aburre de sí mismo (Cómo no hacerlo)
Bla bla bla, cruza las vías del tren y
camina por la calle paralela a las vías.
Casa. Casa. Casa. Abandonada. Caserón.
Uuhh.
Ahora sí.
Casa muy abandonada. Una puerta
de acceso lateral a lo que es una gran mata de cañas de bambú, una al lado de
la otra, bloqueando el acceso.
Y… Ya fue.
Perdido por perdido, este domingo es un embole. Abre la puerta (Bueno, más que abrirla, en el
momento en que la mueve, la chapa oxidada cae al suelo. ¡Qué seguridad, eh! Pone un pie dentro de ese
terreno inhóspito. ¿A dónde se está
metiendo? Otro pie. Las cañas le comprimen las piernas, las bloquean. Él con fuerza arrastra los pies y logra pasar
por esa maraña. Parece que va a ser un
trabajo arduo. Las cañas le golpean las
piernas. No importa. Lo que Cristian quiere saber es qué hay
dentro. ¿Hay una casa? ¿Es un terreno completamente abandonado? Pisa algo embarrado. Todavía está un poco caliente lo que sea que
haya pisado, así que decide no bajar la vista y seguir atravesando las
cañas. Las piernas le duelen, la visión
se le nubla, se siente atosigado por tanta superposición. Ya no ve luz.
Siente un pinchazo en la nuca y se desmaya.
No.
No. Y no. A ver, te la dejé pasar un poco, pero ¿qué es
eso de decir que soy un “obse”? ¿Solo por
sentarme siempre en el mismo lugar y pedir lo mismo? Disculpame por tener en claro lo que me
gusta. Y yo no soy tan solitario como
vos me pintás. Yo soy un tipo sociable,
que todos los fines de semana tiene algo para hacer. Que me tome los domingos como un día para mí,
no significa que no tenga con quién carajo pasarlos.
¿Y qué es eso de establecer un paralelismo
implícito entre el hecho de que yo quiero saber qué hay dentro de ese terreno
con que supuestamente quiero saber qué hay dentro mío también? Porque te intuyo el pensamiento, eh. ¡Así que dejá de psicoanalizarme!
Cristian se levanta del suelo. Todavía le duele la nuca. Está atrapado entre esas cañas. De milagro no se le clavó alguna en el cuerpo
tras desmayarse. Se toca el cuello y
tiene sangre. Su respiración se
agita Mira hacia todos lados. Ese lugar ya no le intriga, no le da
curiosidad, le da miedo, quiere salir de ahí.
No sabe cuánto tiempo lleva desmayado, pero sí sabe que estuvo una hora
aproximadamente intentando inútilmente atravesar las cañas. El terreno es más grande de lo que parecía y
más intrincado aún. Mira hacia el
cielo. Lo poco que puede ver desde su
fragmento es que se está por hacer de noche y él sigue atrapado allí.
Comienza a correr. A Cristian le parece que esto ya no es
divertido: es asfixiante y peligroso.
Las cañas lo lastiman cada vez más.
Ahora yo digo, no. ¿Si sabés lo que me está pasando por qué no
me ayudás? ¿Vos estás cerca de mí? ¿Vos me seguís cada vez que voy al río? ¿Vos sos quien me golpeó en la nuca?
Y si no lo sos, ¿por qué si ves todo esto
no me das una mano? Es de noche y estoy
encerrado en este mundo de cañas. No
puedo salir de la casa. Chorrea la
sangre de mi cuello…
¿Quién sos vos?