Se cae
el mundo a pedazos
y lo
mismo que lo destruye
es lo
que lo salva.
Un
segundo,
un
solo segundo
basta
para que un bebé nazca
o
alguien muera acribillado.
La
misma persona que te da la espalda hoy,
mañana
te necesitará
y a
quien criticaste por ser diferente,
te nutre
con su diferencia.
Todos
los días lanzamos una moneda
esperando
a que caiga.
Nos
estamos matando por una guerra
que no
nos pertenece.
Usamos
emblemas
de lo
que no somos,
porque
en realidad, somos energía
y en
realidad, somos amor.
Y
cualquier discurso religioso
o
televisivo
o
político
que
nos convenza de lo contrario
está
acabando con lo que salva al mundo,
que es
también lo que lo destruye:
el ser
humano.