Ojalá todos pudiesen ver,
los hoyuelos al sonreír,
lo bello de una lágrima recorriendo la mejilla,
el cielo gestando una tormenta.
Ojalá todos pudiesen oler,
el aroma a limón entre las uñas,
lavanda inundando el cuerpo,
el eucalipto de los bosques más intrincados.
Ojalá todos pudiesen saborear,
el chocolate derretido sobre la lengua,
merengue aireado chocando contra los dientes,
frutillas manchando los labios.
Ojalá todos pudiesen oír,
la cadencia del corazón de un bebé,
los pasos sobre la acera transitada,
la música del mar rompiendo en la orilla.
Ojalá todos pudiesen sentir,
el roce del viento al andar por la ruta,
la energía de un abrazo sincero,
las paredes rugosas de los edificios.
En lo sencillo se encuentra lo sublime.